Adiós
cara de diablo
En memoria de Marcos Huerta
Marcos Huerta: una vida
cabal llena de casualidades
increíbles.
"Alerta
el violín con ágiles cuerdas de lino. Comienza la ceremonia, como un juego en
una casa-caja de cristal.
Pensado está el perfil, aguzado el lápiz ya húmedo de un veneno sutilmente
originado. Debe amanecer con un breve sol de locura en lo alto. Se está a un
paso de la crispación y debemos abrir la dorada cárcel del miedo. Uno se
sumerge en un río donde el agua punza con sus agujas".
"... Marcos-Cara-de-Diablo-Huerta procede a testimoniar; testigo
angélico de los inmemoriables tiempos buenos y malos o peores. Dibuja
diabólicamente con la cola de un ángel dulcemente perverso. En el dibujo
halla el goce y la penitencia."
Efraín Huerta
El pasado lunes el pintor, el mesonero, el amigo Marcos Huerta optó por dejar
estas latitudes y retirarse a viajar por las estrellas en pos de los volcanes
que siempre fueron parte de su fascinación. Saludos, cara de diablo, donde quiera
que te encuentres.
Este espacio pretende, como humildísimo homenaje, honrar la memoria del
hombre, el pintor. Hacer un recuento de sus vidas y lo digo así en plural,
porque, estoy seguro, vivió más de una.
La primera inició en la Ciudad de México, en un valle todavía transparente.
En el barrio, narraba Huerta, había un río y en el horizonte la Mujer Dormida
y el Popocatépetl eran la mística imagen cotidiana.
El padre de Huerta, de quien se sabe más bien poco, escalaba las montañas y
el pequeño Marcos, soñaba con poner la bandera del América, de México y la
foto de su madre, en la primera oportunidad que tuviera de acompañar a papá a
subir el volcán. No hubo tal momento.
- Mi primer recuerdo -, solía decir Huerta, - es entrando a la Plaza México a
ver una corrida en hombros de mi padre.
Lo narraba con los colores, con los sonidos, con la magia de una plaza a
reventar con buen cartel. Toda la vida conservó el gusto por los toros, por
la bota de vino y el puro bien cortado.
Conservaba también un piolet, símbolo de sus conquistas alpinísticas en la
juventud chilanga y también memoria borrosa de su padre, desaparecido en su
primera infancia.
Pero por cuestiones de espacio, es imposible narrar aquí tantas vidas, así
que lo dejaré crecer de golpe lavando trastos en panaderías, soñando a ritmo
de Pérez Prado en salones de baile de la capital. Omitiré sus momentos de
empleado contable, de asistente de contador y narraré rápidamente que un día,
como por obra mística se topó con San Carlos y se metió de estudiante. Su
esposa, Chela, le robó un cuadro para mandarlo a concursar a una bienal en
total desacuerdo con él. Como resultado el pintor ganó y entonces sí, se hizo
pintor.
Viajó por Europa, consiguió mecenazgos, cotizó su obra y vivió, me atrevo a
decir, una vida cabal llena de casualidades increíbles.
"Cuando desperté en el hospital, recién transplantado de corazón, prendí
la tele del cuarto donde me encontraba. Era muy temprano y no había
programación, estaban las barritas de colores y cantaba Guadalupe Pineda 'mi
rival es mi propio corazón, por traicionero'. Obviamente es una canción
importantísima para mí", contaba.
También gozaba mucho un estribillo de José Alfredo Jiménez: "Compraría
para mí otros dos corazones"...
Y gozaba aún más a los músicos en general. "Tenía alma de
mesonero", solían decir y algo había de razón. Si no, ni cómo explicarse
los retratos con Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Carlos Díaz
"Caito" y claro, su entrañable Vicente Garrido, que atiborran la
peña que construyó en su casa para agasajarles a ellos, a los músicos.
Por eso, para despedirle, ayer y el lunes, estuvieron presentes todos los que
pudieron. Llamó Eulalio González "el Piporro" con preocupación; se
condolieron en Cuba Silvio Rodríguez y Pablo Milanés y aquí, Modesto López,
de Discos Pentagrama, Vicente Garrido y en general amigos del diablito de los
dos corazones, le dijeron hasta luego porque prometió que estaría presente en
el próximo asado, pero no de cuerpo presente. Sus restos fúnebres volarán por
Pátzcuaro.
Jorge Zul de la Cueva
GUADALAJARA, JALISCO, MEXICO
EL INFORMADOR, Sábado 08 de Noviembre de 2003 |